El poder de no estigmatizarnos a nosotros mismos

El estigma en torno al VIH es algo con lo que muchas personas en la comunidad viven diariamente, no solo desde el exterior, sino también internamente. Uno de los mayores desafíos que enfrentamos no siempre proviene de los demás, sino de nosotros mismos. Ese miedo a ser señalados o juzgados puede hacer que nos escondamos, que nos mantengamos en silencio sobre nuestra condición, y en algunos casos, que nos autoestigmaticemos. Pero lo cierto es que, para que los demás no nos estigmaticen, primero debemos aprender a no hacerlo nosotros mismos.

En mi caso particular, he aprendido que no debo ocultarme ni sentir vergüenza por vivir con VIH. No es que ande con un «letrero luminoso» en la cabeza que diga «Soy VIH positivo», pero tampoco me escondo. Hablo del tema con naturalidad cuando surge, sin miedo ni culpa, porque sé que mi valor no está determinado por mi estatus serológico. He llegado al punto en que incluso me río al contar algunas historias, porque la risa es una herramienta poderosa para desmantelar el estigma. Si nosotros mismos tratamos el tema con naturalidad, invitamos a los demás a hacerlo también.

Autoestigmatización: El primer enemigo a vencer

Muchas veces, la raíz del estigma está dentro de nosotros. Nos preguntamos: «¿Qué pensará mi familia, mis amigos, mi pareja si se enteran?» Ese miedo puede paralizarnos, haciéndonos vivir con el peso de la culpa o la vergüenza, incluso cuando no deberíamos sentir ninguna de las dos. He conocido a personas que me han dicho que no pueden hablar abiertamente sobre su diagnóstico porque, en su círculo de amistades, hablan despectivamente de las personas con VIH. Mi respuesta siempre es la misma: Cambia de amigos.

Si las personas que te rodean no pueden ver más allá de los estigmas, entonces no son el tipo de amigos que necesitas. Rodearnos de personas que nos aceptan y apoyan es esencial para nuestra salud emocional. No deberíamos mantener relaciones con personas que nos hacen sentir menos por algo que no define quiénes somos.

La familia: Un apoyo que no siempre está presente

Desafortunadamente, la familia no siempre es el apoyo incondicional que esperamos cuando recibimos un diagnóstico de VIH. En algunos casos, la falta de apoyo o el rechazo puede ser devastador. He visto a personas perder completamente su relación con sus familias después de un diagnóstico, simplemente porque sus seres queridos no pudieron superar sus propios prejuicios y temores.

Pero aquí es donde entra algo muy importante: si la familia no puede brindarte el apoyo que necesitas, es fundamental construir tu propia red de apoyo. Puede ser doloroso, pero perder una relación familiar que no te apoya puede, a la larga, ser mejor para tu bienestar emocional. Al igual que con los amigos, es vital rodearnos de personas que nos valoren y respeten sin importar nuestro estatus.

Hablarlo con naturalidad: Un paso hacia la liberación

Hablar sobre el VIH con naturalidad es una forma poderosa de romper el ciclo del estigma. Si tratamos el tema con ligereza y normalidad, sin darle ese peso de «secreto» o «tabú», ayudamos a que quienes nos rodean también lo vean de esa manera. No estoy diciendo que debas compartir tu estatus con todos, porque cada persona tiene el derecho de decidir cuándo y con quién compartir esa información. Pero cuando surge la conversación, hacerlo sin miedo puede ser liberador.

Me he encontrado en muchas situaciones en las que he hablado sobre el VIH de manera casual, ya sea en el trabajo o en una reunión con amigos. No tengo miedo de abordar el tema porque sé que es parte de mi vida, pero no define todo lo que soy. Incluso hago bromas y me río cuando cuento anécdotas relacionadas con el tema, porque, al final, eso me ayuda a controlar la narrativa de mi vida.

Reflexión final

El estigma no desaparece de la noche a la mañana, pero la forma en que nosotros lo enfrentamos sí puede cambiar. Si dejamos de estigmatizarnos a nosotros mismos, ya habremos ganado la mitad de la batalla. Vivir con VIH no es motivo de vergüenza, y cuando lo aceptamos con naturalidad, inspiramos a otros a hacer lo mismo.

El consejo que siempre doy es simple: rodéate de personas que te apoyen, cambia de entorno si es necesario, y nunca te dejes llevar por el miedo a lo que otros puedan pensar. Tu vida y tu bienestar son lo más importante, y hablar del VIH con confianza y sin vergüenza es una forma poderosa de tomar el control de tu historia.


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